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Recuerdos: la forma en la que el corazón viaja


Recuerdos: la forma en la que el corazón viaja

Suenan unas notas de piano en mi habitación, cierro los ojos y viajo al pasado. La nostalgia parece perder la paciencia. No es para más: la memoria tiene paredes donde quedan inmortalizados aquellos instantes de lo poco que me queda.

Todos llevamos cicatrices sobre nosotros. No solo es algo que se remite a lo físico sino a las huellas del tiempo que han quedado en nuestra piel. Pero lo maravillosas y peculiares es que, a pesar de que las tenemos, por lo menos tenemos la certeza de haberlo vivido. Es una especie de acceso a aquellos lugares remotos de la memoria que quisiéramos olvidar o, por el contrario, mantener vivo.

Un olor parecido al de aquel momento, una canción, una palabra o un lugar son suficientes para que el corazón haga de las suyas y nos arrebate de la realidad. Creo que en estos momentos, lo único que me mantiene cuerdo en este encierro, es la certeza de lo que he vivido. Por eso, de alguna forma, he decidido hacer una tregua con mis recuerdos. Porque, en algún momento, me encontraré conmigo mismo. Tan solo en ese momento, mirándome a los ojos, puede que sea la más feliz o la más amarga de mis horas.

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